La inteligencia artificial (IA) está reformulando el escenario mundial en múltiples sectores. Durante una reciente conferencia, expertos debatieron sobre sus efectos y el equilibrio entre sus beneficios y las posibles consecuencias de su implementación en la creatividad humana y el desarrollo de políticas públicas.
El estratega y comunicador Diego Luque compartió sus reservas acerca de confiar excesivamente en la IA para tareas creativas durante TEDxRíodelaPlata.
“Toda innovación tecnológica implica renunciar a algo y si ahora decidimos entregar nuestra capacidad creativa a la IA perderíamos algo que nos hace esencialmente humanos”, subrayó.
Luque sugirió que, aunque la IA puede ayudar a superar bloqueos creativos, depender de ella podría suponer un riesgo para la creatividad inherente al ser humano y de esta forma entrar en un estado de sedentarismo cognitivo.
El sedentarismo cognitivo se refiere a la tendencia a reducir el esfuerzo intelectual y la búsqueda de estimulación mental, restringiendo actividades que requieren pensamiento crítico, solución de problemas y aprendizaje continuo.
Esta condición puede estar vinculada a un excesivo consumo de contenido pasivo, como ver televisión o usar redes sociales sin intenciones críticas, lo que lleva a una menor necesidad de reflexión y análisis por parte de las personas.
Resaltando la tensión entre la adopción de nuevas tecnologías y la preservación de las facultades humanas, Luque señaló la necesidad de un balance entre emplear herramientas de IA y mantener la capacidad de crear desde cero, a pesar de las dificultades que esto pueda conllevar. Esta disyuntiva pone en juego hasta dónde las personas están dispuestas a ceder terreno ante los avances tecnológicos.
Por contraparte, Lorena Moscovich, especializada en IA para políticas públicas, señaló beneficios significativos, especialmente en su capacidad para potenciar soluciones con alcance social.
“La implementación de la IA ha dado lugar a la generación de varios proyectos enfocados en salud pública, educación, ambiente, justicia y género”, explicó Moscovich. Este enfoque destaca el potencial de la IA como herramienta para abordar y eventualmente solucionar problemas complejos de la sociedad.
En esta línea, Sebastián Uchitel, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, hizo hincapié en la necesidad de una visión donde la tecnología sea una aliada y no el eje central del cambio.
“Tal vez una pregunta más importante para que nos hagamos es dónde estamos dispuestos a que se usen estos sistemas… Y bajo qué condiciones. Que la inteligencia artificial no sea quien transforme nuestro mundo, sino que nosotros decidamos cómo queremos transformar al mundo con la inteligencia artificial”, apuntó Uchitel. Estas palabras buscan poner al ser humano en el centro de las decisiones sobre cómo integrar la IA en la sociedad.
Estas reflexiones dan luces de que, aunque la IA puede ser un catalizador para el progreso, es crucial que su integración se realice con una perspectiva centrada en la humanidad.
En un mundo cada vez más automatizado, el desafío consistirá en encontrar el equilibrio entre los beneficios tangibles de la IA y la conservación de los rasgos que define a los seres humanos. Los expertos coinciden en que el futuro se debe construir en diálogo con la tecnología, pero sin permitir que esta dicte el rumbo.
Cuál es el futuro de la IA
El futuro de la IA se proyecta hacia una integración cada vez mayor en diferentes ámbitos de la sociedad, incluyendo salud, educación, transporte y empleo. Se espera que las máquinas sean más autónomas y capaces de aprender y adaptarse de manera inteligente a las necesidades humanas.
Sin embargo, esto plantea desafíos éticos y regulatorios, como la privacidad, la seguridad y el impacto en el mercado laboral que deben ser abordados para garantizar un desarrollo responsable y beneficioso para la humanidad.
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